lunes, 12 de septiembre de 2011

Entrada 13

Esta es la entrada nº trece desde que empecé con este blog, hace ya varios meses.
Paso de comentar los aspectos negativos del número trece, las supersticiones y demás sandeces. Me considero una persona lógica y racional. Reconozco que las leyendas tienen su encanto (me encantan las novelas épicas), pero no hay que sacarlas de su contexto: ficción y fantasía.

Simplemente me ha parecido un buen número para hacer balance del blog.

Puede que trece entradas en tres meses sean un promedio bastante bajo. Quizás debiera publicar con más asiduidad, pero tampoco quiero llenar el blog con contenido irrelevante.

Además, las últimas entradas se ha alejado bastante del objetivo inicial que me impulsó a empezar a escribir el blog. Las entradas recientes las he dedicado a temas como los videojuegos, el anime y la literatura que son mis grandes pasiones, dejando de lado la motivación principal del blog, que es precisamente la motivación personal.
Es un medio que tengo de marcarme objetivos que deseo cumplir, una forma de reforzar mis convicciones.

Y he de reconocer que de momento me va fatal. Quien recuerde la entrada dedicada a la Regla de los tres días sabrá a qué me refiero. Me marqué como meta el acudir religiosamente al gimnasio un mínimo de tres días semanales.
Hoy hace ya 15 días que no piso el gimnasio. Por lo tanto he transgredido mi propia regla. Dos veces.

Pero no me rindo. Lo fácil sería tirar la toalla. Pensar que dado el tiempo que hace que no voy no vale la pena continuar. Que he perdido el tiempo y el dinero, que al final me iba a rendir.
Me niego. No quiero que todo el tiempo invertido hasta ahora vaya a la basura.

La verdad es que me estaba sentando bien el ejercicio. Respiraba mejor, me cansaba menos. Y además estaba empezando a notar un aumento en la musculatura. ¡Hasta estaba perdiendo barriga!

Han bastado tan solo 15 días sin mover el culo para que los efectos visibles se hayan minimizado, cuando no desaparecido: mis bíceps vuelven a estar flácidos. Ya no se aprecian los músculos de mis gemelos al andar. Y mi barriga sigue ahí. Yo diría que la muy hija de puta se ha vengado y a vuelto  con más fuerza.

Eso es lo que más me jode del ejercicio físico: lo muchísimo que cuesta perder un gramo o definir un poco de cachas y lo rapidísimo que se va todo a la mierda simplemente no haciendo absolutamente nada.

Pero esto no acaba ahí. Por mucho que temas las agujetas (que no van a ser pocas), por mucha vergüenza que me de dar la cara de nuevo ante el monitor (no tengo por que dar explicaciones a nadie), por mucho esfuerzo, sudor y dolor que me cueste levantar de nuevo esas condenadas pesas. Pienso volver. Mañana....

Hoy he quedado con mi colega Rudiamar. Muchos pensaréis que no es forma de expresar unas convicciones para acto seguido dejarlo para otro día, que no es serio. Pero Rudiamar es una excepción. Es amigo mío desde hace muchos años y hace casi un año que no lo veo. Y si hay algo más difícil que mantener la barriga a raya es encontrar buenos amigos. Y esas amistades hay que mantenerlas.

Así que hoy charla y cervezas con mi colega.
Mañana gimnasio y sufrimiento.
Al día siguiente dolor. Y puede que la entrada sobre Apocalipsis Z que prometí en el último post....

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