lunes, 10 de junio de 2013

Es tiempo de cambios

La vida es evolución, la vida es cambio y progreso.
Todo aquello que intenta permanecer inmutable y no se adapta a los cambios está condenado a desaparecer.

Siguiendo esta máxima, hace tiempo que tomé una decisión. Una decisión que cambió mi vida para siempre. Muchos me dijeron que era una locura. Algunos incluso me advirtireron de sus funestas consecuencias. Me aconsejaron que no lo hiciera. Que me conformara con lo que ya tenía. Que no valía la pena. No les hice caso. Hoy no puedo estár más satisfecho de la dicisión que tomé.

La decisión en cuestión fue dejar  mi  trabajo. Abandonar un empleo en el que me sentía amordazado por mis superirores y poco realizado en mis tareas. Hacerlo me ha dado la oportunidad de perseguir una de esas metas vitales que todos tenemos. Uno de esos objetivos que uno mismo se va marcando a lo largo de la vida. Esas cosas que, una vez conseguidas, al echar la vista atrás y  darte cuentas del logro conseguido, hacen que te sientas orgullos de tí mismo.

Mi objetivo vital consistía en terminar de una vez por todas mi carrera universitaria. Y lo estoy logrando.

Entiendo que en el contexto actual de crisis sistémica, cuando todo el mundo tiene miedo de perder su trabajo, cuando tener una nómina es para muchos motivo para dar gracias al cielo,  en una situación como la actual entiendo que haya mucha gente que no entienda mi decisión. Que no les entre en la cabeza hacer algo semejante. Que la tache de locura. De irresponsable. Lo más suave que escuché fue valiente. Audaz. Temerario.

¿Por qué dejar un trabajo medianamente bien pagado y acomodado sólo por terminar una carrera abandonada hace tanto tiempo? ¿De qué sirve? No lo hagas. Confórmate con tu trabajo de mierda mal pagado. Dale gracias a tu jefe por explotarte y no despedirte. Olvida tus sueños. Olvida tus metas.
Olvida el mejorar y superarte. Olvida el aspirar a algo mejor.  Resignate.

NO. No podía. Imaginaba mi vida en el futuro, imaginaba que me había resignado y que me había convencido a mi mismo de que no valía la pena. Me veía trabajando en el mismo puesto, haciendo las mismas cosas, rodeado de las mismas personas y cobrando casi lo mismo. Y no me gustó. Me di cuenta de que no quería eso. De que quería más. Dije que NO. Y me alegro de haberlo hecho.

Han pasado ya casi dos años desde que tomé esta decisión. En ese tiempo he conseguido avanzar enormemente en mi proyecto personal. Todavía no he terminado, pero ya me queda poco. Y no me he arrepentido de mi decisión ni un solo segundo.

Evidentemente, no he estado solo todo este tiempo. He contado con el apoyo de amigos de verdad. Gente que no veía descabellado del todo lo que me proponía hacer. Aprovecho para darles las gracias a todos ellos. Pero sobre todo se lo debo agradecer a mi pareja. Se que sin ella a mi lado hoy seguiría ocupando mi triste silla en esa gris oficina rodeado de mediocridad. A ella va dedicado este post.

El futuro es impredecible, no sabemos que nos espera. Lo que si es seguro es que hay cosas que no cambian por si solas. Uno tiene que provocar el cambio, hacer que sucedan. Mi futuro, como el de todos, es incierto. No se si será mejor o peor que si hubiese tomado una decisión distinta. Lo que si es seguro es que será diferente, y con eso de momento me basta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario